Museo "Alma Serrana" reportaje diario el mundo
Hay un lugar en España donde conviven más de 200 millones de pinos en un territorio elevado en gran parte por encima de los mil metros de altitud que un día fue provincia marítima. En ese mismo lugar han nacido quebrantahuesos en cautividad, hay un pino de más de cinco metros de circunferencia y existen restos de comunidades hippies. Estamos hablando del Parque Natural Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas, el espacio natural protegido más grande de España y el segundo de Europa. Un territorio con más de doscientas mil hectáreas al oeste de la provincia de Jaén en plena cordillera. Un lugar mítico para el viajero que busca acompasar sus pasos con el ritmo que marca la naturaleza que le acompaña desde que penetra en este paraíso natural de una Andalucía interior no por desconocida menos interesante.
El parque toma su nombre de las tres sierra principales que lo componen. Aunque de similar riqueza paisajística, flora y fauna, cada una tiene su propia personalidad y una excesiva influencia del marketing turístico debiera confundir al visitante en la denominación de Sierra de Cazorla. Sus límites actuales son 23 municipios con un total de 100.000 habitantes y el peso histórico, económico, social y cultural repartido entre todas las villas.
"Despierte el alma dormida, avive el seso e despierte, contemplando cómo pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando…". En 1476 el aire frío de estas sierras penetró en el alma dolorida de Jorge Manrique, hijo del que fuera comendador de Segura de la Sierra, don Rodrigo Manrique. Allí, en el caserío blanco que trepa por la indomable pared de piedra, compuso sus célebres Coplas a la muerte de su padre. Aunque su casa no se puede visitar, sí se puede pasear por sus calles de paredes blancas y piedras antiguas o visitar sus monumentos como los antiguos baños árabes, la iglesia de Santa María del Collado o el castillo que rivaliza en altanería con el cercano pico el Yelmo. Al atardecer merece la pena asomarse a su inmenso valle para contemplar una de las puestas de sol más bellas del interior de Andalucía.
El Yelmo, con sus 1.807 metros de altura, es uno de los gigantes que dominan el parque. Aunque tiene hermanos mayores que lo superan en altura —los picos Empanadas, Cabañas y La Cabrilla, por encima de los 2.000— el Yelmo merece, por su situación, una parada contemplativa. En él se celebra, además, un festival anual de vuelo libre en el que durante un fin de semana a mediados del mes de julio el cielo segureño se llena de parapentes que imitan torpemente el vuelo de las grandes rapaces de la zona.
PROFUNDIZANDO. Un poco más al sur se encuentra la aldea de Los Anchos, una pequeña población de casas encaladas y techos de teja antigua que toma su nombre del río que baña sus tierras. Allí se encuentra el museo etnológico Alma Serrana con el que los miembros de la Asociación La Esparteña mantienen viva la herencia de sus mayores y las costumbres tradicionales del medio rural. "Defendemos una vuelta al campo pero con respeto hacia el medio natural y las tradiciones", asegura José Laso, director del museo. "El turismo rural y el autoempleo ha dado otra perspectiva vital a las gentes del campo y creemos que eso es compatible con el mantenimiento de las tradiciones".
Hoy no sólo viven integrados entre la población local sino que su trabajo ha servido para aglutinar a los habitantes de la zona interesados en defender su rico patrimonio. Una de las iniciativas con más apoyos ha sido la recuperación, a modo de festival, de las tradicionales maderadas, o bajadas de la madera que se talaba en la sierra por el río. Se celebra una vez al año y en ella se puede contemplar las espectaculares habilidades de los serranos para conducir los enormes troncos que flotan en el agua y cómo saltan de uno a otro con destreza y habilidad.
La riqueza natural del parque no es menor que la etnológica y cultural. Nominado a comienzos de los sesenta como Coto Nacional de Caza, en 1986 fue declarado parque natural y Reserva de la Biosfera por la UNESCO. Desde 1988 es, además, Zona de Especial Protección para las aves, título otorgado por la Unión Europea. Entre las especies más importantes destacan el ciervo, la cabra montés, el muflón, el gamo y el jabalí. Siempre que se haga extremando las precauciones para no asustar al animal, el viajero podrá gozar de la contemplación de ejemplares de algunas de estas especies a orillas de la cientos de pistas forestales que cruzan el parque.
Igual puede ocurrir con las especies de aves más comunes, como el águila real, la perdicera, el halcón, el milano o el buitre leonado. Especialmente espectacular resulta la contemplación del vuelo pausado de los buitres en la garganta de El Chorro, entre las localidades de Cazorla y Quesada. Con la ayuda de unos prismáticos es fácil observar de cerca los nidos de estos animales.
El parque cuenta con más de cien especies de flores endémicas, como la violeta de Cazorla y el atrapamoscas. Enormes bosques de pinos laricios cubren parte de su terreno, aunque no es la única variedad presente en la zona. El conocido como Pino Galapán es un histórico del parque. Situado cerca de la comarca conocida como Campos de Hernán Perea, una altiplanicie cercana al cauce del río Borosa, se estima que pueda tener más de quinientos años de vida. Su edad no es óbice para exhibir exultante su corpulencia: sus más de 35 metros de altura, dos de diámetro y cinco de circunferencia, lo convierten en uno de los mejores ejemplares de todo el parque.
El embalse del Tranco, que bebe, entre otros, de las aguas del Guadalquivir desde su nacimiento en tierras de Quesada, es la principal fuente de abastecimiento del parque. El color de sus aguas verdes de vetas turquesas con el rojizo de la tierra y el verde forestal hacen del paisaje uno de los puntos imperdibles. Desde las numerosas rutas que lo bordean se puede acceder a los distintos miradores desde los que contemplar la magnífica vista. Una de ellas lleva el nombre de Félix Rodríguez de la Fuente. Sus 20 kilómetros sirvieron de escenario para algunos de los capítulos de El Hombre y la Tierra, como la célebre escena de caza de un águila real que, en pleno vuelo, atrapa con sus garras a un muflón.
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