Si miramos atrás en el tiempo podemos ver que nuestro proceso cultural ha sido pobre en muchos aspectos, si valoramos el legado etnográfico o artístico cultural que atesora la Sierra de Segura por supuesto que es importante, pero si profundizamos en el alma de sus gentes o sus gestores representantes, sinceramente, somos un proceso de identidad pobre.
Desde que interviene Hacienda y el Ministerio de Marina en estas tierras a mediados del siglo XVIII, el serrano deja de tener valor alguno a la hora de gestionar sus recursos o tomar decisiones. Durante la edad media hasta hoy, el serrano no ha sido otra cosa que un pobre sumiso y obediente a las órdenes de unos pocos latifundistas y del poder de cada época.
Les enseñaron bien la lección para que aprendieran a obedecer y callar, por supuesto que hubo serranos valientes que se rebelaron pero hasta sus propios vecinos a veces los traicionaban, muchos bandoleros, rebeldes, huidos de la justicia, maquis…, fueron ajusticiados gracias a los chivatazos de algunos que por miedo o por quedar bien con los tiranos del poder, vendían a sus propios paisanos. También había algunos (pero pocos) que se jugaban la vida para ayudar o simplemente callaban sus informaciones. La solidaridad existía cuando ocurrían desgracias o situaciones límites y dependiendo del personaje o personajes que mediaran porque hablamos de mentalidad medieval.
Para comprender las actitudes, debilidades, comportamientos, valores, perfiles o carisma de los lugares, hay que observar el origen y evolución de su proceso. Los lugares incomunicados durante tanto tiempo como ha ocurrido en la Sierra de Segura son lugares propensos a caer en el conformismo, la sumisión, la apatía, el individualismo, el servilismo, la envidia, el prejuicio, el peloteo, la búsqueda del enchufe o el acomodamiento entre otras cosas.
En regiones donde la población ha tenido acceso a la gestión participativa de los recursos de su territorio, existe una identidad común y la población lucha unida en la defensa de sus intereses y el Patrimonio en general, se identifican con él y lo protegen, donde el proceso ha sido todo lo contrario se recurre al pillaje y al aprovechamiento individualista.
La historia también nos ha enseñado que cuando la Administración no es ejemplo de respeto y sostenibilidad en su gestión, difícilmente puede provocar procesos de concienciación y evolución en la población.
La inmadurez participativa, la sumisión y la castración son los elementos característicos del proceso de esta tierra, tierra que al mismo tiempo es rica en recursos, pero recursos a los que sus pobladores no saben ni pueden acceder, de esto ya se encargan empresas foráneas como EGMASA, los serranos que sirvan a sus intereses y los recursos propios que los exploten los demás.
En época del régimen franquista o ya en democracia, la emigración y la consecuente despoblación (provocada por intereses y mala gestión) ha sido uno de los mayores males para el medio rural.
La falta de formación y de iniciativas valientes e innovadoras por parte de sus representantes políticos bloquean aún más los procesos, procesos en los que hay que actuar localmente con el conocimiento de lo que ocurre globalmente, el tiempo se nos hecha encima; la globalización, el cambio climático, el encarecimiento de la vida, no haber conseguido aún un desarrollo justo y sostenible..., hacen que nos estanquemos en una situación de tiempo muerto.
Ni la declaración de Parque Natural, ni las inversiones o ayudas “Leader” han sido capaces de solucionar estos vacíos o deudas históricas que como un resfriado mal curado nos persigue de forma crónica. Ningún plan, programa, proyecto, filosofía o acción política, ha sido capaz todavía de despertar la conciencia participativa de la población para trabajar en un proceso donde el propio habitante sea el constructor de su futuro. Por comodidad y táctica de mantenimiento de poder se sigue practicando una política de mentalidad medieval. Démosles comida gratis, fiestas religiosas, caza, verbenas verbeneras, toros…, y ha seguir con el chollo, la perpetuidad de estas prácticas, el folclore mal entendido y la subcultura interesada, se mantiene y se utiliza para contentar a personas que por su condición no conocen otras formas de entender el mundo. En muchos aspectos estas acciones nos recuerdan tiempos pasados.
La Administración gestiona el Parque Natural celosamente sin dar la oportunidad de opinión y participación de sus pobladores, la administración cree saberlo todo, quiere controlarlo todo, quiere ser el soporte de nuestra alma (como la iglesia) se obsesionan con el poder, nos tratan y tutelan como padres a niños pequeños, y todo ello porque tienen miedo a perder su estatus. Si la gestión fuera por amor a la naturaleza, se les vería más a menudo paseando, respirando, participando en programas altruistas o viviendo en el medio para conocerlo mejor.
Que el pueblo tenga capacidad de gestión, que aprendan a coordinarse y reclamen el poder que en realidad les pertenece, es algo peligroso para los intereses de muchos, se terminaría el chollo del aparato y esa filosofía de buena vida. Suerte que el cambio climático hará despertar la conciencia del ser humano y al final todos nos necesitaremos, volveremos a ser como en las antiguas comunidades, nos uniremos para sobrevivir.
Si realmente queremos avanzar en nuestro desarrollo, tenemos que aprender a crear nuevas herramientas y metodologías que promuevan la participación social para poder derribar los muros del pasado, para terminar con las carencias y dependencias viciosas de antaño, fomentar valores como solidaridad, igualdad, respeto, libertad de expresión (sin que te acosen), acercamiento y amor al Patrimonio Natural, su flora, su fauna, su paz…, recuperación de una identidad que nos una a todos, gestión y beneficios directos de los recursos que nos da el territorio, más información sobre la gestión que realizan las diferentes administraciones, formación continuada y sobre todo más honestidad y menos engaño para seguir saqueando entre unos y otros.
Todos somos cómplices de la gran mentira y entre todos hemos de derribarla.
Hasta que no comprendamos que la gestión de nuestro futuro ha de ser de abajo hacia arriba, estaremos condenados a fracasar.
José laso Flores