Artículo de diario Jaén sobre Almaserrana
DIARIO JAEN NOTICIAS PROVINCIALES
Imparten educación ambiental, cultivan
su propia huerta, crían a sus animales y elaboran desde mermeladas, a licores o
dentífricos ecológicos. Son los miembros de la Asociación Cultural La Esparteña
y el motor de 'Alma Serrana', una 'universidad del mundo rural', en las
entrañas de Santiago-Pontones.
En el término municipal de
Santiago-Pontones, más allá de Venta Rampias y antes de arribar a la aldea de
La Toba, con el rumor constante de las alguas del río Madera como telón sonoro
de fondo, un desvío en una angosta carretera de tramos retorcidos lleva hasta
Los Anchos y a un genuino centro al que el tiempo, las visitas y el esfuerzo de
sus responsables lo han convertido en “universidad del mundo rural”. Es el
Ecomuseo Alma Serrana, un proyecto que nació, en 2002, de la mano de la
Asociación Cultural La Esparteña y de la inquietud etnológica de José Laso
Flores.
El gerente de “Alma Serrana” y presidente del colectivo cultural nació en Los Anchos y, “como tantos emigrantes de la zona” —dice—, también él tuvo que desarraigarse. Vivió “catorce años” en Gerona. Sin embargo, en 1992, decidió que quería darle un giro de 180 grados a su vida y “tras comprar una vivienda aquí [se refiere a Los Anchos]”, volvió a la sierra que lo gestó. “A partir de ahí, nos dimos cuenta de que había un patrimonio prácticamente perdido porque el medio rural se había despoblado y la identidad serrana estaba desapareciendo”, cuenta. Y con el objetivo de recuperarla, comenzó una ardua labor de recopilación de utensilios, enseres, postales, cartas antiguas, documentos y de entrevistas a los aldeanos de la zona —Laso Flores se jacta de disponer de “entre 70 y 80 horas de grabaciones inéditas de gente mayor”—, que pedía a gritos ser compartida y divulgada. Este fue el origen, en 1997, de La Esparteña y, un lustro después, de “Alma Serrana”. “Compramos dos antiguas viviendas que estaban casi en ruinas y las rehabilitamos para el ecomuseo, pero, ya antes, habíamos trabajado en temas de sensibilización de la cultura serrana para que la gente fuera consciente del valor de este patrimonio etnográfico”, indica. No obstante, cuando el ecomuseo entró en marcha, el colectivo se planteó un proceso de desarrollo alternativo en el medio rural que tuviera al museo como eje y, de esta forma, empezó a educar a las decenas de visitantes que reciben, cada año, en las técnicas tradicionales de aprovechamiento forestal, agrícola y ganadero como base del sustento de la población local. “Nos dimos cuenta de que esto no pertenecía al pasado, sino que estos conocimientos y los recursos locales nos servían para poder autoemplearnos y autogestionarnos y así se nos abrió un mundo de posibilidades infinito”, explica satisfecho Laso Flores. En este tiempo, la asociación ha continuado con su estudio del patrimonio rural, pero, además, promueve un sinnúmero de actividades, desde la elaboración de conservas, jabones, licores o dentífrico ecológico, al cultivo de una huerta y de un banco de semillas, o a la crianza de animales de corral, que han hecho de “Alma Serrana” un “museo vivo”, abierto todo el año. Porque —como insiste su gerente—: “No queremos tener un museo lleno de objetos solo para mostrar. Para nosotros, lo interesante es mantener vivos estos valores tradicionales día a día”. Y demostrar que “no es una utopía vivir así”. “Ahora más que nunca —sentencia Laso Flores—, es necesario que la gente sepa subsistir”. Nuria López Priego/Jaén
El gerente de “Alma Serrana” y presidente del colectivo cultural nació en Los Anchos y, “como tantos emigrantes de la zona” —dice—, también él tuvo que desarraigarse. Vivió “catorce años” en Gerona. Sin embargo, en 1992, decidió que quería darle un giro de 180 grados a su vida y “tras comprar una vivienda aquí [se refiere a Los Anchos]”, volvió a la sierra que lo gestó. “A partir de ahí, nos dimos cuenta de que había un patrimonio prácticamente perdido porque el medio rural se había despoblado y la identidad serrana estaba desapareciendo”, cuenta. Y con el objetivo de recuperarla, comenzó una ardua labor de recopilación de utensilios, enseres, postales, cartas antiguas, documentos y de entrevistas a los aldeanos de la zona —Laso Flores se jacta de disponer de “entre 70 y 80 horas de grabaciones inéditas de gente mayor”—, que pedía a gritos ser compartida y divulgada. Este fue el origen, en 1997, de La Esparteña y, un lustro después, de “Alma Serrana”. “Compramos dos antiguas viviendas que estaban casi en ruinas y las rehabilitamos para el ecomuseo, pero, ya antes, habíamos trabajado en temas de sensibilización de la cultura serrana para que la gente fuera consciente del valor de este patrimonio etnográfico”, indica. No obstante, cuando el ecomuseo entró en marcha, el colectivo se planteó un proceso de desarrollo alternativo en el medio rural que tuviera al museo como eje y, de esta forma, empezó a educar a las decenas de visitantes que reciben, cada año, en las técnicas tradicionales de aprovechamiento forestal, agrícola y ganadero como base del sustento de la población local. “Nos dimos cuenta de que esto no pertenecía al pasado, sino que estos conocimientos y los recursos locales nos servían para poder autoemplearnos y autogestionarnos y así se nos abrió un mundo de posibilidades infinito”, explica satisfecho Laso Flores. En este tiempo, la asociación ha continuado con su estudio del patrimonio rural, pero, además, promueve un sinnúmero de actividades, desde la elaboración de conservas, jabones, licores o dentífrico ecológico, al cultivo de una huerta y de un banco de semillas, o a la crianza de animales de corral, que han hecho de “Alma Serrana” un “museo vivo”, abierto todo el año. Porque —como insiste su gerente—: “No queremos tener un museo lleno de objetos solo para mostrar. Para nosotros, lo interesante es mantener vivos estos valores tradicionales día a día”. Y demostrar que “no es una utopía vivir así”. “Ahora más que nunca —sentencia Laso Flores—, es necesario que la gente sepa subsistir”. Nuria López Priego/Jaén
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